Abraham era un anciano cuando recibió la orden alarmante de Yahuwah para ofrecer a su hijo Isaac como una ofrenda quemada. Abraham se consideró un anciano en su propia generación. El ardor de su juventud se había desvanecido. Ya no era fácil para él soportar privaciones y peligros valientes. En el vigor de la juventud, el hombre puede arrostrar la tormenta con un conocimiento orgulloso de la fuerza y levantarse encima de desalientos que, más tarde en la vida, cuando sus pasos vacilan hacia la tumba, harían que su corazón falle. Pero Yahuwah, en su providencia, reservó su último, la parte mayor de la prueba tentadora para Abraham, para que la carga de años fuera pesada sobre él, y añorase el descanso de la ansiedad y del trabajo. El Maestro le hablo y le dijo: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto...” (Génesis 22:2). El corazón del anciano se estuvo quieto con el horror. La pérdida de tal hijo por pestilencia hubiese sido la más angustiada al tierno padre, y hubiese doblado su cabeza blanqueada con pena; pero se mando que él derrame la sangre preciosa de aquel hijo con su propia mano. Le pareció una imposibilidad temerosa. Aun Yahuwah ha hablado, y Su palabra debe ser obedecida.
Abraham fue golpeado durante años, pero esto no lo excusa de su deber. Él se agarró del caracter de fe, y en la agonía muda, tomó a su niño de la mano, y salió a obedecer la palabra de Yahuwah. El magnífico viejo patriarca era humano; sus pasiones y apegos como las nuestras; amaba a este niño, que era el consuelo de su vejez, y a quien la promesa del Maestro había sido dada. Pero Abraham no se detuvo a preguntar como la promesa de Yahuwah podía realizarse si Isaac fuese sacrificado, el no se detuvo a razonar con su corazón doliente; pero él realizó la orden divina al pie de la letra, hasta, justo cuando el cuchillo estuvo a punto de ser sumergido en la carne temblorosa de su niño, la palabra vino, " No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Yahuwah, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. " (Génesis 22:12)
Este gran acto de fe es registrado en las páginas de la historia sagrada como un ejemplo ilustre para el final de los tiempos. Abraham no rogo que su vejes fuese exenta de obedecer a Yahuwah. El no dijo, “Mi pelo esta canoso, mi vigor desvanecido; “¿quién consolará mi vida disminuida cuándo Isaac ya no exista? ¿Cómo puede un padre anciano derramar la sangre de un hijo único?" No, Yahuwah había hablado, y el hombre debe obedecer sin poner en duda o murmurar o disminuir por el camino.
Necesitamos tener la fe de Abraham en nuestras Iglesias hoy, para dar luz a la oscuridad que se agrupa junto a ellas, encerrando la dulce luz radiante del amor de Yahuwah y empequeñeciendo el crecimiento espiritual.
La edad nunca nos excusara del obedecer a Yahuwah. Nuestra fe debe ser prolífica en buenas obras, porque la fe sin obras está muerta. Cada deber realizado, cada sacrificio hecho en nombre de Yahushua, trae una gran recompensa que excede. En el mismo acto del deber, Yahuwah habla y da Su bendición. Pero El requiere una rendición entera de las facultades. La mente y el corazón, todo el ser, se debe darse a Él, o nos quedamos cortos de convertirnos en verdaderos seguidores de Yahushua.Yahuwah no ha retenido nada del hombre que puede asegurarle la riqueza eterna. Él ha vestido la tierra con la belleza y lo ha amueblado para su uso y comodidad durante su vida temporal. El ha dado a Su hijo para que muera por la redención del mundo que había caído al pecado y la insensatez. Tal amor incomparable, tal sacrificio infinito, reclama nuestra obediencia más estricta, nuestro amor más santo, nuestra fe ilimitada; aún todas estas virtudes, ejercidos en todas su extensión, nunca pueden ser conmensuradas con el gran sacrificio que ha sido ofrecido por nosotros.
Yahuwah requiere pronta y obediencia incondicional de Su Ley. Pero los hombres están dormidos o paralizados por los engaños de Satanás, que sugiere excusas y subterfugios, y conquista sus escrúpulos, diciendo, cuando dijo a Eva en el jardín, "No moriréis." (Genesis 3:4). La desobediencia no solo endurece el Corazón y la conciencia del culpable, pero tiende a corromper la fe de otros. Esto que les pareció muy incorrecto al principio gradualmente no pierde este aspecto al estar constantemente antes de ellos, hasta que finalmente se pregunten si es realmente pecado, e inconscientemente caen en el mismo error.
No deberíamos mirar ante la cara del deber y tardar el cumplimiento de sus demandas. Tal tardanza da tiempo para dudas, la incredulidad entra, el juicio es pervertido, el entendimiento oscurecido. En fin, las reprobaciones del Espíritu de Yahuwah no alcanzan el corazón de la persona engañada, que ha llegado a ser tan ciego como para pensar que ellos no pueden ser posiblemente destinados para él o aplicarse a su caso.
El tiempo precioso del período de prueba esta pasando, y pocos ven que les es dado para la preparación de la eternidad. Las horas de oro son malgastadas en búsquedas mundanas, en el placer, en el pecado absoluto. La ley de Yahuwah es menospreciada y olvidada; aún cada estatuto sin embargo no deja de ser vinculante; cada transgresión llevara su castigo. El afán de lucro conduce a la profanación del Sabbat; y las afirmaciones de que los días santos no son abrogados o disminuidos. La orden de Yahuwah está clara en este punto; él nos ha prohibido en tono perentorio trabajar durante el séptimo día del Sabbat. Él lo ha puesto aparte como un día santificado a Él.
Muchos son los obstáculos que se encuentran en el camino de aquellos que caminan en obediencia a los mandamientos de Yahuwah.
Hay influencias fuertes y sutiles que los ligan a los caminos del mundo; pero el poder del Maestro puede romper estas cadenas. Él quitará cada obstáculo delante de los pies de Sus fieles, o dará fuerzas y coraje para conquistar toda dificultad, si ellos seriamente suplican su ayuda. Todos los obstáculos desaparecerán ante un deseo serio y esfuerzo persistente para hacer la voluntad de Yahuwah a cualquier costo de si mismo, aun si la vida de sí mismo es sacrificada. La luz del Cielo iluminará la oscuridad de aquellos que en tentación y perplejidad van hacia adelante, mirando a Yahushua como el autor y el acabador de su fe.
En la antigüedad Yahuwah habló a hombres por boca de profetas y apóstoles. En estos días él les habla por los testimonios de su Espíritu. No hubo nunca un tiempo cuando Yahuwah más seriamente instruyó a Su gente acerca de Su voluntad, y del curso que El haría que ellos siguieran, que ahora. ¿Pero aprovecharán de Sus enseñanzas? ¿Recibirán Sus reprobaciones y prestarán atención a las advertencias? Yahuwah no aceptara una obediencia parcial; él sancionará ningún compromiso con sí mismo.
Por medio de Samuel, Yahuwah ordeno a Saúl ir a herir a los Amalecitas y completamente destruir todas sus posesiones. Pero Saúl sólo parcialmente obedeció la orden; él destruyó al ganado inferior, y se reservó el mejor, y evito al rey malvado. Al día siguiente él se reunió con el profeta Samuel, con halago y auto-felicitaciones. Dijo él, " Bendito seas tú de Yahuwah; yo he cumplido la palabra de Yahuwah.." (1 Samuel 15:13). Pero el profeta rápidamente respondió, " ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es éste que yo oigo con mis oídos?” (1 Samuel 14:14).
Saúl confuso, trató de eludir la responsabilidad, respondiendo, " De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Yahuwah, pero lo demás lo destruimos. " (1 Samuel 15:15). Samuel entonces reprobó al rey, recordándole de la orden explícita de Yahuwah dirigiéndolo para él destruir todas las cosas que pertenecen a Amalec. Él indicó sus transgresiones, y declaró que él había desobedecido al Maestro. Pero Saúl rechazó reconocer que él había hecho lo incorrecto; él otra vez excuso su pecado abogando que se había reservado el mejor ganado para sacrificarlas al Maestro.
Samuel, se le entristeció el corazón por la persistencia con la cual el rey rechazó ver su pecado y confesarlo. Él dolorosamente preguntó. “¿Se complace Yahuwah tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Yahuwah? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación (brujerías) es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Yahuwah, él también te ha desechado para que no seas rey...” (1 Samuel 15: 22-23).
Yahuwah nos a dado Sus mandamientos, no solo para creerlo, también para obedecerlo. El gran Yahuwah, cuando El había puesto las fundaciones de la tierra, y había vestido el mundo entero en el atuendo de la belleza, y lo lleno de cosas útiles al hombre, cuando él había creado todas las maravillas de la tierra y mar, instituyo el Sabbat, y lo santifico. Yahuwah bendijo y santifico el séptimo día, porque El descanso sobre el de Su trabajo maravilloso en la Creación. El Sabbat fue hecho para el hombre, y Yahuwah lo pone aparte de su trabajo durante aquel día, porque él mismo descansó después de Sus seis días de trabajo de la Creación.
Aquellos que reverencian los mandamientos de Yahuwah, tras la luz que se les ha dado en referencia al cuarto precepto del decálogo, obedecerán sin cuestionar la viabilidad o conveniencia de tal obediencia. Yahuwah creó al hombre en Su propia imagen, y después le dio un ejemplo de la observancia del séptimo día, cual el santifico e hizo santo. Él diseñó que en ese día el hombre debería adorarle, y no participar en ninguna actividad secular. Nadie que desatiende el cuarto mandamiento, tras alcanzar la iluminación acerca las reclamaciones del Sabbat, puede ser sostenido inocente en la vista de Yahuwah. El ejemplo de Adán y Eva en el jardín debería advertirnos suficientemente contra cualquier desobediencia de la Ley Divina. El pecado de nuestros primeros padres escuchó las tentaciones engañosas del enemigo, y trajo culpa y pena sobre el mundo, y condujo al Hijo de Yahuwah dejar los Tribunales Reales de Cielo y tomar un lugar humilde en la tierra. Fue sometido a insultos, rechazo y crucifixión por los mismos que vino a bendecir. Qué precio infinito asistió a la desobediencia en el jardín del Edén! La Majestad del cielo fue sacrificada para salvar al hombre de la penalidad del delito. Yahuwah no más pasará ligeramente sobre ninguna transgresión de Su Ley ahora, que en el día cuando él pronunció el juicio contra Adán. El Salvador del mundo levanta Su voz en la protesta contra aquellos que consideran los mandamientos divinos con descuido e indiferencia. Dijo El, " De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos." (Mateo 5:19).
Muy al principio del cuarto precepto, Yahuwah dijo, "Acordarse," sabiendo que el hombre, en la multitud de sus cuidados y perplejidades, sería tentado a excusarse de cumplir con todos los requisitos de la Ley, o, en la prensa de negocios del mundo, se olvidaría de su importancia sagrada. "Seis días trabajaras y harás toda tu obra.” Estas palabras son muy explícitas; no puede haber ningún error. ¿Cómo se atreve cualquiera aventurar en transgredir un mandamiento tan solemne e importante? ¿Ha hecho el Maestro una excepción, por la cual unos son exonerados de las exigencias de la Ley que El ha dado al mundo? ¿Están sus transgresiones omitidas en el libro de registro? ¿Ha consentido él perdonar sus desobediencia cuándo las naciones vengan ante él para el juicio?
Que nadie se engañe por un momento con la idea de que su pecado no traerá el castigo merecido. Sus transgresiones serán visitadas con la vara, porque han tenido la luz, sin embargo, aún han andado directamente al contrario de ello. “Aquel siervo que conociendo la voluntad de su Señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.” (Lucas 12:47).
Yahuwah ha dado al hombre seis días en los cuales hacer su propio trabajo y continuar el negocio habitual de su vida. Pero el Maestro reclama uno que ha apartado y lo santificó. Él le da al hombre como un día en el cual puede descansar del trabajo y dedicarse a la adoración y el mejoramiento de su condición espiritual. Qué ultraje tan flagrante es para el hombre de robar el único día santificado de Yahuwah, y de apropiarse de él para sus propios fines egoístas!
Es una presunción grosera del hombre mortal aventurarse sobre un compromiso con el Todopoderoso, a fin de asegurar sus propios intereses temporales mezquinos y mundanos. Es tan despiadado, una violación de la Ley el de usar ocasionalmente el Sabbat para los negocios seculares, como completamente rechazarlo; ya que hace los mandamientos del Maestro una materia de conveniencia.”Yo soy el Maestro tu Elohim, celoso” (Éxodo 20:5) es el bramado de Sinaí! El Maestro requiere sacrificio voluntario. No obediencia parcial, ni el interés dividido, es aceptado por El quien declara que los pecados de los padres recaerán sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que le odian, y que él le mostrará misericordia a millares, que le aman y guardan sus mandamientos.
Ellen White
Review and Herald
June 9, 1885.